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viernes, 13 de julio de 2012

Pirri, con gingivitis

El pobre Pi ha estado malito otra vez. Llevaba unos días asustadizo, que no pedía de comer, y apenas entraba en casa. Pero anoche intentó comer pienso y pegó un salto enorme, tirando todo el cuenco por la cocina. Le seguí y le puse lata de la que quedaba del Gatuchi, y se la comió con mucha hambre. El decir que se la comió ya quería decir que tenía mucha hambre, porque nunca le ha gustado.

Así que hoy lo hemos llevado temprano al veterinario. Lo han anestesiado para poderle mirar la boca, y hemos visto que apenas le quedan muelas, y la encía está fatal, retraída casi medio centímetro de los colmillos. En cuanto Jorge, el vet, se las tocó, el Pi le pegó un mordisco (anestesiado y todo) y le empezaron a sangrar. Así que decidieron que había que hacerle una limpieza bucal (como los dentistas) y pincharle antibióticos y analgésicos para que pudiera volver a comer. 

Me puse la bata de prácticas para poder ayudar a Lola, la veterinaria, mientras ella iba preparando la máquina del isofluorano para anestesiarlo un poco más, y el aparatito de ultrasonidos de dentista con el que le iba a limpiar los dientes.

Había que intubarlo, porque el aparato suelta agua, y podría aspirar algo. Pero en cuanto le infló el balón, dejó de respirar. Con un fonendo comprobó que le corazón seguía latiendo, así que le desinfló el baloncillo a ver si volvía a respirar. Mientras tanto, Jorge entró y empezó a reanimarlo, apretándole el pecho para estimular que volviera a respirar. El Pi hacía un par de inspiraciones pero luego volvía a dejar de respirar. Después de unas cuantoas veces, ya empezó a respirar solito. Pero Lola no quiso volver a intubarlo. Decía que era muy normal que les pasara eso a los gatos, pero que no lo iba a volver a intentar.

Así que la solución fue poner el limpiador al mínimo y meterle una gasa en la boca para absorber el agua (y la sangre) que pudiera caer. Yo sujetaba la cabeza del Pi y le retraía el labio con un palito que me dio Lola para eso, mientras controlaba la respiración con la mano sobre su costado.

Después de un rato, y del susto, acabamos. como no se deja dar pastillas, quedamos en que al día siguiente habría que traerlo para darle un chute de antibiótico. Mientras, el Pi no quería despertarse. De vez en cuando hacía el intento de moverse, pero luego seguí durmiendo, tan a gusto. Me dijo Jorge que la postura en la que mejor respiraban los gatos, los humanos, y los animales en general, es de costado, así que lo mantuve en postura de "seguridad". Lo arropamos con su toalla y una manta que me dejó Lola, ya que la anestesia baja mucho la temperatura. Al rato la comprobamos y estaba en 34ºC, cuando lo normal en un gato son 38ºC. Se le notaban las orejas y las patitas frías, y la nariz muy blanquita. Tenía el reflejo parpebral (el del párpado, cuando le tocas cerca del ojo) y a veces movía una pata como para recolocarse. Nos fuimos después de dos horas esperando a que se despertara, y en el camino ya empezó a maullar. Luego por la tarde lo sacamos del transportín y lo vigilamos. Como lo único que hacía era tumbarse a dormir (primero, al sol, y luego a la sombrita), lo dejé y salía cada 10-15 minutos a vigilarlo. Cada vez que salía estaba durmiendo en un sitio distinto. Pero al caer la noche ya no se tambaleaba al andar y se veía más despierto.

Al día siguiente, ya pudo comer pienso sin problemas. ¡Y no quiso volver a oír hablar de la lata (a pesar de que llevaba 24h sin comer)!


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