Finales de 1984 o principios de 1985. Guillermo y yo ya estábamos preparando nuestra boda para la próxima primavera. Yo aún vivía en casa de la abuela Celina y aquella tarde subió a casa la hija de una de nuestras vecinas. "Que si queréis un gato, que dice mi madre que no me lo puedo quedar..."
¡Tardamos poco tiempo en acogerlo y añadirlo a nuestro ajuar, pensando que pronto compartiríamos hogar y en él no podía faltar un amigo gatuno! La gata, pues se trataba de una hembra, era negra, con un pelo brillante y muy suave. Su carácter no era muy apacible, pero no nos extrañó. Venía de algún lugar en el que no había sido querida.
¿Qué haríamos con aquella gata, si aun no teníamos preparado nuestro propio hogar? En mi casa no se podía quedar, pues en esos momentos teníamos una perrita y pensamos que no sería buena idea. Entonces consultamos con Emilia, mi suegra, que se quedó muy contenta con la gatita ya que hacía poco había perdido a su última compañera felina. Nosotros la llamamos Tula, porque hacía poco que habia leído La tía Tula, de Unamuno, y porque a mi suegra le hacía mucha gracia llamarla Gertrudis.
Tula jugando con Pupufa, la perrita de mis suegros |
Visitando a Tula en casa de la abuela Emilia |
Mi señora suegra se encariñó de tal modo con la gata que, cuando a los pocos meses nos casamos y quisimos llevárnosla, nos dijo que de eso nanai, que esa gata ya estaba habituada a ella y viceversa. Así que se la dejamos sin problema y seguimos con nuestra vida. Pero aquella soledad duraría poco. Pronto llegaría Kachiri a nuestras vidas.
Kachiri, el día que la adoptamos |
Otoño de 1985. Guillermo y yo ya estábamos casados y vivíamos en Cáceres. Veníamos todos los fines de semana a Badajoz, a ver a la familia y a los amigos. Aquel domingo por la tarde, estábamos en casa de mi madre y llegó Ignacio, que entonces era novio de mi hermana Celina. Traía entre sus manos un cachorrito gatuno, hijo de una gata que vivía en los tejados de casa de su madre. La gatita era preciosa, tricolor y con esos ojos que solo ellos saben poner y que expresan "llévame y te querré siempre".
De nuevo sucumbimos a las artes de engatusamiento propias de estos pequeños felinos. Nos enamoró al instante y nos la llevamos sin pensarlo dos veces. Yo tenía una cestita y allí la acomodamos para llevárnosla a nuestra casa. Ese es el momento de la foto de arriba. Nos acompañó durante 13 años. Fue siempre una gata bastante loca y celosa, incluso agresiva a veces, pero la quisimos muchísimo.
Respecto al nombre, cuando la adoptamos, teníamos muy reciente la peli "La selva esmeralda", que se había estrenado en agosto de 85. Una de sus protagonistas era una indígena llamada Kachiri. Nos gustó mucho el nombre para nuestra gatita y así la llamamos.
Uno de los entretenimientos favoritos de Kachiri: trepar por la cortina y subirse a la galería o al cajón de la persiana |
Uno de los mejores momentos del día, con Kachiri acomodada junto a mi |